“El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta.”
-Pablo Neruda
¿Qué de cierto hay en eso de que debemos tener un niño interior? ¿puede haber algún riesgo real en olvidarlo? ¿cómo lo mantengo siempre vivo?
Ser niño es mucho más que ser una persona en vías de crecimiento -de hecho, siempre somos personas en vías de crecimiento-; un niño tiene, además de la edad, una serie de características que le otorgan muchas… realmente muchas ventajas sobre el adulto.
Los niños no se ponen límites al momento de soñar: ¡sueñan a lo grande!, con ser bomberos, astronautas, superhéroes, princesas, hadas… no hay límite.
Si bien, como adultos hemos adquirido amplia experiencia en diferentes esferas de la vida, también es cierto que hemos tenido el tiempo suficiente para ir sepultando muchas de las capacidades que tuvimos en la infancia. A continuación nos detendremos en algunas de las más notables y que tienen repercusión en nuestro trabajo y vida cotidiana:
Capacidad de disfrute: los niños, sólo requiriendo un mínimo de salud mental, tienen la capacidad de pasarla bien en cualquier situación y pese a cualquier circunstancia. ¿Cuántas veces nos ha ocurrido que el niño disfruta más con la caja que con el juguete? o los hemos escuchado cantar y cantar sin fin en un trayecto en auto, caminar bailando, imaginar increíbles fantasías. Cuando crecemos aprendemos a reprimir la capacidad de disfrutar porque “hay que ser serios”, “hay que hacer lo correcto”, “hay que tener los pies en la tierra”… es verdad, el deber con nosotros, con nuestras familias y con la sociedad nos reclama; pero ello no quiere decir que debamos perder la capacidad de disfrutar profundamente aún la cosa más cotidiana que hagamos… tener los pies en la tierra no quiere decir que dejemos de poner la mirada en cielo. En nuestro trabajo, cuando dejamos de disfrutar, estamos desperdiciando la oportunidad de ser más productivos, más creativos, más comprometidos y estamos dejando ir la oportunidad de que cada jornada sea genial.
Creatividad: Los niños tienen cierta dificultad para amoldarse a patrones, cualquiera de quienes somos padres podemos dar certera fe de ello, porque sus mentes están ansiosas por crear: tienen una ganas incontenibles de ideas nuevas y eso es genial ¡de eso nace el progreso! Si bien, al llegar a la edad adulta, es indiscutible que tenemos que adaptarnos a un sinnúmero de modelos de trabajo, convivencia y normas sociales, es imprescindible que mantengamos ésta vivacidad de mente, siempre apta para crear, siempre apta para progresar. De otra manera estamos condenados a una vida estática y sin novedad… ¡No, nada de eso! que nuestra mente sea siempre tierra fértil para ideas nuevas, para formas creativas de hacer lo que nos toca diariamente y para encontrar en cada dificultad un reto para nuestro siempre inquieto intelecto.
Vivir el presente: El niño recuerda el pasado de forma muy remota y, en la gran mayoría de los casos, libre de culpas y reproches hacia los otros. El futuro… ¡bah!, el futuro le importa a un niño sólo cuando espera algo con entera ilusión (y sin embargo no suele consumir su tiempo ese pensamiento). Los niños viven el ahora, están en el presente; imaginando otros mundos, otros lugares, pero siempre viviendo el momento. No están lamentando el pasado o previendo el futuro, están viviendo el hoy. Como adultos debemos aprender del pasado y prever para el futuro, pero tenemos que ser muy hábiles para que ello no nos signifique perdernos del momento presente… disfrutar el momento presente es una de las cualidades más deterioradas en los adultos: siempre queremos estar en otro momento, que llegue el día de descanso, el día de pago, el día que logre una meta o añoramos el pasado, cuando todo era más fácil, más barato, más simple. Por el pasado y el futuro no podemos hacer nada, así que saquemos el más sano y productivo provecho del ahora.
Soñar: Los niños no se ponen límites al momento de soñar: ¡sueñan a lo grande!, con ser bomberos, astronautas, superhéroes, princesas, hadas… no hay límite. Al llegar a la edad adulta (o antes) aprendemos que nuestros sueños deben de ser modestos, que no podemos lograr lo que nos propongamos y que debemos ser realistas. Realistas ¡claro que tenemos que ser realistas!, de otra manera nuestros sueños sólo serían fantasías, pero no tenemos porqué bajar de nivel la calidad de nuestras aspiraciones. Si tenemos claro un porqué y para qué estamos en este mundo, podemos ir tras nuestro sueño por inalcanzable que ahora nos parezca… dijo alguien muy sabiamente “un viaje de mil kilómetros comienza con un solo paso”. Divide tus sueños en metas, tus metas en objetivos, tus objetivos en hábitos y, en vez de dejar se doñar, empieza a convertir tus sueños en realidad.
Y ¿para qué extenderse más en las infinitas muestras de sabiduría que un niño puede tener? basta con éstas para reflexionar un rato. El mensaje es: seamos adultos, crezcamos, maduremos, desarrollarnos, pero no dejemos de ser niños: que cada etapa de nuestra vida sume algo a esa niñez, pero que jamás la sepulte.
Así pues: ¡feliz día del niño a todos!
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