En ocasiones pareciera que somos un pueblo apático, indiferente a las necesidades y carencias del otro. Vemos las noticias y nos encontramos con personas que se encargan de dividir el país entre ricos y pobres, blancos y negros, de izquierda y derecha. Acabamos de cruzar unas elecciones que si se caracterizaron por algo fue la diferencia de pensamientos.
Sin embargo, es en situaciones críticas en las que el mexicano sale a la calle a darse la mano. Los acontecimientos que vivimos hace un año que estamos por recordar, nos hicieron ver nuestra realidad. La naturaleza no solo sacudió el suelo, sino también nuestras conciencias, nuestra visión. Abrimos los ojos y descubrimos un pueblo destrozado y con necesidad.
En ese momento es cuando brotó la esencia de nuestra raza, la solidaridad se contagió en todos los que vimos cómo las personas en medio del miedo corrían para no quedar debajo de escombros.
El puño en alto se convirtió en símbolo patrio, surgieron los héroes que entre el silencio representaban las esperanzas de millones de mexicanos que deseaban al levantar las piedras se escucharan los latidos que nos ayudarían a descansar menos agobiados esa noche.
Porque es cierto, podemos ser una nación con diferencias y malos entendidos. Que van sobreviviendo a través de desórdenes sociales y políticos, pero ha quedado demostrado que somos más unidos de lo que, inclusive, nosotros pensábamos.
Por eso desde estas líneas te invito a que esa mexicaneidad que es ejemplo para otros pueblos no te brote solo en situaciones de vida o muerte, sino también en la vida diaria; con la familia, el vecino, el compañero de trabajo. Ceder el paso a los peatones, respetar los lugares para discapacitados, dejar el asiento en el transporte a quienes realmente lo necesitan, y educar a los hijos en la empatía por el otro, son acciones que podemos realizar en lo cotidiano. Seguramente si somos constantes en esto, nuestra realidad en algunos años será mejor.
#SOYCONSEG